Crítica

Estelares: con el corazón en la mano.


"El amor nos vuelve felices" canta Manuel Moretti en "200 monos", gran canción torturada de Sistema nervioso central. "Solo el amor puede calmar este pesar" cantaría en la posterior "Máscaras". 

Los temas de Estelares ahondan en el amor como arma de doble filo, como sentimiento que puede salvarte o hundirte. Así, Una temporada en el amor juega con el título de la obra de Rimbaud no tanto como capricho sino como manifiesto: para Estelares, el paraíso y el infierno son dos caras de una misma moneda. 

Con su sexto disco, El costado de izquierdo (hermoso guiño a la enorme "El corazón sobre todo"), la banda encuentra el equilibrio, no hay cabida para la oscuridad abrumadora que podía aportar, por ejemplo, una canción como "Campanas" a SNC. 

Del mismo modo, Moretti ya no se regodea tanto en la melancolía tanguera de Una temporada en el amor, donde un vals como "Autobuses" hablaba de un hombre que perdía el brillo en simultáneo a perder a la mujer amada. 

En El costado izquierdo el brillo parece recuperarse (el mismo de la vieja y contundente "Pelotita de Pin Pon") a través de "Hasta que llegues" donde Moretti habla de cómo "siempre soñé tenerte aquí, sólo que no sabía vivir, y hoy al llegar te vi brillar, se desarmó el viejo disfraz". ¿Un gesto que evoca a ese cristal que se rompía o esas heladas máscaras de Una temporada en el amor?

Probablemente. Lo cierto es que El costado izquierdo sigue siendo el reflejo de un cantautor que contempla, porque las letras están teñidas de postales, de descripciones que juegan con lo locativo, como si en todos los discos los recuerdos siempre estuvieran ligados a lo geográfico, desde una Playa (Unión) hasta un viaje prometido a un país (Irlanda). 

"Mirando sin parar de mirar", en la voz de Ale Sergi de Miranda! en "Internacional" canaliza el planteo de Moretti tan bien como lo hace en vivo cuando lo acompaña en "Un show". 

Pero en El costado izquierdo también se encuentran esas destinatarias específicas ("Chica oriental", "Julia") a quienes se les habla de imágenes concretas (las fotos tomadas en abril, como esas fotos que se guardan en el placard de Una temporada en el amor ); y las canciones con porvenir de la vieja "Buri-Buri" las tenemos justamente en aquellos momentos en los que amar es sinónimo de sufrir, casi de manera indefectible, como en la hermosa "Casa por casa", donde ella decide cortar la cuerda y él decide lamentarse por "el pavor que causa el amor". 

Pero desde el momento en que se reversiona en clave murguera "El último beso" y en que el optimismo en la melodía de "Necesito" amortigua el mensaje ("he perdido toda mi fe, vuelve a casa por favor, que ya no se qué hacer") que sabemos que no estamos ante instantes de desolación como en "América". 

Por eso, quizás, "Islas" sea uno de los grandes temas del disco, porque ante la cavilación de si quedarse en un lugar o salir corriendo, la opción es armar un puente para que el miedo a vivir no pese tanto. La opción evidente es seguir adelante.

"No hay una sola razón para sufrir, las cosas siguen su curso como el Rhin" del recordado hit "Aire" se replica en lo que promete ser otro hit, "Doce chicharras", con ese "si no me hubiese hundido, hoy no hablaría del amor". 

En el medio se cuela "Aleluya", donde el dueto con Enrique Bunbury es tan perfecto como aquel con Pity en "Las vías del tren" y con Calamaro en "Moneda corriente", acá con el énfasis puesto en la belleza y en cómo el no poder verla es sinónimo de infelicidad (ecos a "Tanta gente"), tal como canta Bunbury con ese "me acostumbré a abandonar todo lo bello". 

El costado izquierdo sigue, como toda la discografía de Estelares, hablando de mujeres hermosas en la cornisa, de lo normal que es perderse cuando se ama, de uno como ave errante, de Rimbaud, del amor, del dolor. 

Y concluye con "Playa Unión" (un cierre reminiscente al mencionado "Un viaje a Irlanda"), donde se mira de cara al sol y se implora que se vea, como siempre, a un hombre que, aún a su pesar, quiere barrer con los disfraces y las máscaras, ofreciendo su propio corazón y -como bien muestra la tapa del disco- devorando también el ajeno.

Por Milagros Amondaray 


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Fuente: RollingStone Argentina
Foto: Web
Video: YouTube/Canal de tockadiscosargentina

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