Almafuerte
despidió un disco que le dio muchas alegrías. Un trabajo que le dio
también réditos materiales y humanos, le dio solvencia y prometen para
unos meses un nuevo trabajo. En el Malvinas Argentinas decidieron
decirle adiós a la carne asada y vino, y buscar en su gente la
inspiración para el futuro.
Tomar el 113 y llegar a eso de las 8:30 cerca del Malvinas
Argentinas. Los pibes están tomando la última birra porque de pronto
apareció la “yuta” con varios patrulleros. Hay que terminar la cerveza
rápido que vienen estos a quitárnosla… me dice el Negro que tiene en
cada mano una botella de litro.
Al ingresar por los codos del estadio hay poca gente aún, pareciera
que el invierno porteño conspira contra las hordas de Ricardo, que se
acerca al recinto con un saco largo y negro con sus compañeros de ruta.
La gente los saluda en medio de aplausos, falta mucho para el show, pero
el señor argento ya está temprano y pasa a su camarín con la
tranquilidad que le dan los años.
La banda invitada es Kolokol, parte de la dinastía Iorio que da
vueltas por el país. La banda es un power trio con directas influencias
del dueño del espectáculo. Son muy técnicos y tienen una mezcla entre
Manal, Spinetta Jade y, obviamente, Almafuerte. El chino cuando canta
tiene una similitud práctica del maestro, Mariano el bajista es muy
técnico y el Ardilla luce sus parches en cada nota. Me quedo con la
“Algo va a comenzar”, un ejemplo de tecnicidad y potencia en el
escenario.
Almafuerte es simple, no necesita introducción ni videos especiales.
Es Iorio a la cabeza, Claudio Marciello a la guitarra, el Beto Ceriotti y
Bin Valencia a la batería. Son hombres grandes que están acostumbrados a
la ruta y al pogo metalero. Son dueños de una señal que es imagen para
todos los que para esa hora habían abarrotado el Malvinas Argentinas.
“Lucero del Alba” fue el primer tema que cautiva al coliseo lleno en
el piso y con los pechos al aire debido al microclima que crearon los
asistentes. La combustión llenó la sala sobre todo en el reconocimiento
al púgil con “Aguante Bonavena” que generó golpes por mil entre los
asitentes. Iorio hablo entonces: “Paren de golpearse, porque no van a
América 2 y agarran a piñas a los que van los sábados a la tarde”, sutil
el wachín.
Julio es un chico que vino a estudiar teatro a un conocido instituto
de Buenos Aires. Esta hace un año y le cuesta acostumbrarse al ambiente
porteño porque él es Jujeño. Su única salida de fin de semana es
escogida como siempre, y el decidió ver Almafuerte. Sus sueños de actor
están en medio de la pista de este escenario que lo alberga y cuando el
patrón canta “Se vos” se siente identificado, le caen las lágrimas y
aguanta el peso de todo su sueño en las palabras de su mentor metalero
que enfundado en una camisa negra realza sus palabras: “si ser uno es
ganar”.
La “máquina de picar carne” es parte de la fiesta porque todos lo
asumen así. Los dueños de los sueños están activos y elevan su
conciencia con pitadas largas de tabaco y a medias de cerveza porque el
alcohol esta prohibido en el suelo de la Paternal. “Triunfo” tiene un
doble sentido porque hace poco en el mismo sitio Malón tuvo la misma
audiencia y pensó que el maestro no lo iba a lograr. Los números dirán
otra cosa…lo sé. Pero Almafuerte con un espectáculo menos tecnológico,
metió la misma gente en el campo de juego.
El momento “bendición” fue la invitación que hizo Ricardo a un
conocido suyo, el Pampa Cruz, un chacarero de verso perpetuo y alegría
poética que conto la historia del Ruso, un rocker ficticio que conoció a
Iorio y que pese a que la vida lo educó, él nunca dejó la esencia de la
vida y el metal que recorre su sangre. El chacarero acompañado de un
guitarra se hizo la fiesta criolla en medio de la mística heavy que
caracterizó la fiesta. El nacionalismo histórico y de cueva nacional
reflotó en el Malvinas Argentinas, el orgullo de ser y compartir se
rehízo en medio de la batalla de quien es y quien no puede ser.
“Toro Y Pampa” ha pasado a ser el himno de esta nueva temporada. Tiene mucho que ver con los cambios que vivimos y con las consecuencias que profesamos. Las virtudes del prójimo son alegrías nuestras, y los contra manos del federalismo humano convergen en notas que tienen seis cuerdas. Cuando le dan luz a “Almafuerte” el gentío no sabe con qué cabeza darse ahora, la alegría genera confusión y la banda se da cuenta de eso. Pareciera que el volumen aumenta unos puntos y el “patter” metalero sonríe mientras mira a Claudio haciendo su solo. Pedimos atención y Almafuerte te brinda “El Pibe Tigre”, a lado mío hay un snob que canta todas las canciones. Tiene lentes de última y una bufanda que tranquilamente la podríamos ver en Palermo Soho. Es un lunar del auditorio, pero se canta todo, no falla en ninguna letra ni palabra, sigue el ritmo y tiene a la novia rubia a su lado en la popular del Malvinas. Esto también es Almafuerte.
“A vos amigo” es el momento en que los viejos metaleros sacan sus
cruces de Black Sabbath al viento como testimonio de su solidaridad con
el tema. Para rematar el único tema extra de la banda: Un himno de la
dependencia que tenemos con el procer del metal argento, una dualidad de
sentimientos que tiene como espectro la luna que ilumina esta noche
fría. “Tú eres su seguridad”, momento Hermética, que inmortaliza las
lágrimas de los parroquianos del “señor” de la garganta quemada. Todos
movemos los brazos, exponemos los puños, mandamos manos derechas al
infinito que nos busca en la medianoche porteña, estamos a solo a seis
horas de su aterrizaje ancestral. Es lo último, la guerra termino,
vencimos, no hay nadie vivo.
Sé que es más de lo mismo, pero aún me emociona. Julio me abraza y el
snob va por su padre y la novia rubia, el auto los espera afuera.
Compro una cerveza más y espero el 113. Mamá no me espera en casa.
Compro una cerveza más y espero el 113. Mamá no me espera en casa.
Fuente: Marcelo De la Cruz/Rock.Com.Ar
Foto: Sofía Yehie Gabras